
El acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur entra esta semana en su fase decisiva, con previsión de votación entre los 27 países del bloque europeo y firma programada para el 20 de diciembre. Francia se posiciona como el principal foco de resistencia y solicita el aplazamiento de la decisión, lo que incrementa la incertidumbre sobre la conclusión del tratado tras casi 30 años de negociaciones.
La propuesta de la Comisión Europea es realizar la votación entre el martes (16) y el viernes (19). De ser aprobado, el calendario permitiría que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, viaje a Brasil para formalizar la firma del acuerdo el sábado (20). El tratado prevé la creación de una de las mayores áreas de libre comercio del mundo, con un mercado potencial de 722 millones de consumidores y un Producto Interno Bruto combinado estimado en 22 billones de dólares.
El avance del acuerdo es seguido de cerca por sectores vinculados al comercio exterior y a la logística internacional. La reducción de aranceles y la estandarización de reglas comerciales tienden a reorganizar los flujos de exportación e importación entre América del Sur y Europa, con efectos sobre las cadenas de suministro, el transporte marítimo, las operaciones portuarias y el almacenamiento.
El domingo (14), el gobierno francés difundió un comunicado oficial solicitando que la votación sea aplazada más allá de diciembre. Según París, aún no se han completado las garantías exigidas por los productores agrícolas europeos, especialmente en lo que respecta a mecanismos de protección y control sobre las importaciones de alimentos provenientes del Mercosur.
De acuerdo con el gobierno francés, “las medidas legítimas de defensa del sector agrícola europeo, incluidas las cláusulas de salvaguardia y los instrumentos que aseguren controles sanitarios y ambientales equivalentes, aún no han sido implementadas de forma satisfactoria”. La evaluación es que, sin estos dispositivos, Francia no puede apoyar el acuerdo en su forma actual.
La posición francesa evidencia divergencias internas dentro de la Unión Europea. Parte de los países miembros defiende el tratado como un instrumento para ampliar el comercio internacional, reducir barreras arancelarias y diversificar mercados en un escenario de reorganización de las cadenas globales. Otro grupo manifiesta preocupación por posibles impactos sobre los productores locales, en especial en los segmentos de carne bovina y aves, que pasarían a competir con productos sudamericanos.
Para el Mercosur, el acuerdo representa la ampliación del acceso al mercado europeo y la consolidación de corredores logísticos de exportación, con mayor previsibilidad regulatoria para operaciones de largo plazo. La expectativa es de un aumento en el volumen de cargas agrícolas e industriales embarcadas hacia Europa, con efectos directos sobre puertos, navieras, operadores logísticos y sistemas de transporte intermodal.
A pesar de la resistencia, la presidencia rotativa de la Unión Europea, actualmente ejercida por Dinamarca, reafirmó que la votación se mantiene programada para esta semana. La señal oficial es que el proceso seguirá el cronograma establecido, permitiendo la firma del tratado aún en diciembre, siempre que exista una mayoría favorable entre los países miembros.
La decisión de esta semana es considerada determinante para el futuro del acuerdo. Una eventual aprobación abriría una nueva etapa de implementación, con impactos graduales sobre el comercio, la logística y las inversiones entre ambos bloques. Un aplazamiento o rechazo, en cambio, prolongaría un proceso iniciado en la década de 1990 y mantendría sin cambios las actuales barreras comerciales entre la Unión Europea y el Mercosur.